Daniel Toribio
Por Daniel Toribio
Hemos estado tan ocupados pensando en cómo ayudar a Haití desde el exterior que quizá no nos hemos dado cuenta de cómo el fin de los programas HOPE y HELP, que permitían a Haití exportar textiles a Estados Unidos sin pagar aranceles, golpea duramente su economía y la nuestra.
Estos programas eran un salvavidas para Haití: representaban casi el 80 % de sus exportaciones y generaban más de 50,000 empleos formales. Además, conectaban a Haití con la República Dominicana a través de zonas francas binacionales como CODEVI, donde trabajan tanto haitianos como dominicanos.
Ahora, con el fin de estos programas, los productos haitianos enfrentan aranceles de hasta un 32 %. Esto encarece sus costos y reduce su competitividad. Como resultado, Haití pierde su principal fuente de ingresos en dólares, aumentando la pobreza y la migración hacia nuestro país.
Para nosotros, esto significa más presión en servicios básicos como salud y educación, impacto en empresas vinculadas a las cadenas productivas haitianas y riesgos en las zonas francas.
Es hora de actuar. Necesitamos apoyo diplomático para buscar alternativas comerciales para Haití, implementar un plan de contingencia social y migratoria, y atraer nuevas inversiones en sectores como el nearshoring. Lo que le pasa a Haití no es solo su problema; nos afecta a todos.